
Las huellas dactilares se producen cuando nuestra piel se está formando en el vientre de nuestra madre. Entonces es cuando está siendo continuamente sometida a las presiones intrauterinas, al líquido amniótico, a los movimientos y la posición del feto en el útero, a la nutrición, la presión sanguínea, etc. Como si la piel fuera cemento fresco que se moldea según las influencias externas que reciba.
A partir de entonces, el dibujo resultante será inalterable, siempre el mismo y para siempre, hasta que fallezcamos (o incluso más allá, porque se han encontrado momias humanas que aún conservan las huellas).
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